Figueres, 13 de enero de 2014
La Fundació Gala-Salvador Dalí ha presentado la última adquisición de obra, un óleo sobre madera del año 1933 titulado Carreta fantasma. Se ha comprado a un coleccionista particular que quiere permanecer en el anonimato.
En el acto de presentación han participado Antoni Pitxot, director del Teatro-Museo Dalí, y Montse Aguer, Directora del Centro de Estudios Dalinianos, que han destacado la importancia de la adquisición de una pieza de estilo surrealista por el hecho que se incorpora a unos fondos que se han ido ampliando desde el año 1991, con más de 300 piezas, 11 de ellas de la época surrealista, formando así la más grande antológica del artista ampurdanés, ubicada en su ciudad natal.
Contexto de la obra
Esta pintura había formado parte de la colección de Edward James (1907-1984), poeta inglés, conocido sobre todo por ser un ferviente defensor del surrealismo. Fue mecenas de Dalí entre 1936-1939, así como de René Magritte. Su casa, Monkton House, cerca de West Dean en Sussex (Inglaterra) era un sueño surrealista: incluía objetos como un gran sofá al que Dalí dio la forma y el color de los labios de Mae West, el conocido sofá-labios, y el teléfono-langosta, en cuyo diseño el poeta colaboró con Dalí.
Este óleo, hay que contextualizarlo en los años 1933-1936, cuando Dalí realiza diversas obras que tienen a la llanura del Empordà y la playa de Roses como protagonistas: las dedicadas a su prima Carolina o Carreta fantasma.
En el centro de una llanura árida y al mismo tiempo luminosa, observamos una carreta de dos ruedas que se mueve en dirección hacia un pueblo. La forma de la tartana tiende a mezclarse con la ciudad, convirtiéndose, así, en su propio destino. Se trata de una ilusión de perspectiva en la que la habilidad del pintor intenta confundirnos una vez más. Donde esperábamos ver las ruedas, hay dos estacas clavadas en el suelo. Los personajes que aparecen sentados en el carro se identifican con la arquitectura de la ciudad del fondo. En éste, como en otros juegos visuales propuestos por el pintor, tiene un papel fundamental el método que Dalí bautizó como método paranoicocrítico: "método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes”. Vemos una tartana y una ciudad o ambos elementos a la vez.
La carreta o tartana era el medio de locomoción habitual durante la adolescencia del pintor. En su autobiografía La Vida Secreta de Salvador Dalí hay referencias relacionadas con la familia Pichot: "Partí en una tartana con el señor y la señora Pichot y Julia, su hija adoptiva, de dieciséis años de edad, que tenía largos cabellos negros. El señor Pichot guiaba él mismo el carruaje”. El carruaje es también un elemento presente en la iconografía surrealista y en la filmografía de Luis Buñuel, por ejemplo en Belle de jour.
Dalí y su paisaje, elementos inseparables en la producción artística del pintor. Josep Pla en su obra Grandes tipos, retrata con precisión esta relación: "En aquella época [1926] Dalí parecía un leopardo famélico. Pero todo esto eran simples venadas de juventud que faltamente pasarían. Y, en efecto, siempre que durante estos años se expresó con auténtica sinceridad aparecieron en seguida las breves cualidades de dibujante al servicio de su descubrimiento: del descubrimiento del paisaje del Alto Ampurdán, que ha sido, es y será la obsesión de su vida. Sobre esta base inició los primeros tanteos de sus grandes síntesis posteriores, realizadas con una precisión prodigiosa, con un lúcido realismo. Cuando nosotros, los ampurdaneses, vimos aquella tartana en el llano dilatado, bajo la bóveda del cielo neto, claro, resplandeciente e inmenso, comprobamos que nos había nacido el pintor, el pintor que había descubierto y comprendido (tan bien como un payés del terruño) nuestro país."
Desde el punto de vista técnico, nos recuerda a otras obras de nuestra colección, como Retrato del señor Emilio Terry, El espectro del sex-appeal o Retrato de Gala con dos costillas de cordero en equilibrio sobre su hombro por su minuciosidad, característica del momento en el que Dalí pinta Carreta fantasma. Así como por el uso de maderas nobles, la caoba en este caso, de medidas reducidas como soporte de una pincelada precisa, con capas transparentes, con detalles casi imperceptibles que hacen que esta pintura ocupe un lugar de honor en la Sala del Tesoro del Teatro-Museo Dalí, que cumple, en 2014, 40 años de existencia.