Fiona Mata y Cuca R.Costa. Centro de Estudios Dalinianos. Fundació Gala-Salvador Dalí.
La Torre Ferrera, revista semestral de Mont-Ras, número 16, desembre 2015, p. 21-23, 25, 2015
Hablar de Salvador Dalí y los animales es hablar de uno de los elementos iconográficos protagonistas de su obra, como se observa ya en una de sus primeras pinturas, realizada en 1915, con tan solo once años de edad. Gatos, perros, aves y peces forman parte de las composiciones del artista, pero también animales cada vez más exóticos, como elefantes o rinocerontes, sin olvidar los insectos: langostas, moscas y hormigas. Todos ellos aparecen reiteradamente en su obra, cada uno con su propio simbolismo.
La hormiga, uno de los animales más admirados por Dalí, se halla representada en su telón artístico desde finales de los años veinte hasta casi el final de su trayectoria pictórica. Es, pues, el animal que destacaremos aquí, dado que siempre fue tratado con especial énfasis y fascinación por el pintor.
Salvador Dalí se incorporó al grupo surrealista en 1929; el surrealismo era un movimiento integrado principalmente por escritores, pero con el tiempo acabó por aglutinar también a pintores y escultores. De esta época existe un gran número de obras dalinianas en las que se halla presente la hormiga: El juego lúgubre, El gran masturbador, Las acomodaciones de los deseos, Gala, La persistencia de la memoria o Composición surrealista con figuras invisibles.[i]
La simbología que rodea la obra del pintor no es sencilla. En el óleo El gran masturbador, Dalí recurre a las hormigas para mostrarnos sus deseos y, al mismo tiempo, los horrores que le atormentan: la hormiga es la representación de la putrefacción que tanto teme. En su autobiografía La vida secreta de Salvador Dalí, publicada en 1942, el pintor nos da algunas pistas para entender la mezcla de atracción y repulsión que le inspiran estos insectos:
[...] En la mañana siguiente, me esperaba un terrible espectáculo. Cuando llegué a la parte de atrás del lavadero, encontré derribado el vaso, desaparecidas las mariquitas, y el murciélago, aunque medio vivo todavía, cubierto de frenéticas hormigas, con su pequeño rostro torturado mostrando diminutos dientes como una vieja.
[...] Con la rapidez del rayo cogí el murciélago, sobre el que pululaban las hormigas, y lo levanté hasta mi boca, movido por un irresistible sentimiento de piedad [...].[i]
Ese mismo año 1929, las hormigas aparecen en otra obra importante de Dalí. Se trata de Un Chien andalou, una de las dos películas que el pintor realizó con el director de cine y gran amigo suyo de la Residencia de Estudiantes de Madrid Luis Buñuel. En su autobiografía, el cineasta evoca algunas escenas impactantes de esta cinta:
[...] esta película nació de la confluencia de dos sueños. Dalí me invitó a pasar unos días en su casa y, al llegar a Figueras, yo le conté un sueño que había tenido poco antes, en el que una nube desflecada cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. Él, a su vez, me dijo que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas. Y añadió: ¿Y si, partiendo de esto, hiciéramos una película? [...][i]
En un artículo publicado en La Publicitat[i] el 7 de mayo de 1929, Dalí explica lo siguiente:
[...] En lo referente a las hormigas, es dificilísimo procurarse hormigas en París. Llevamos gastados doscientos francos de taxi en busca de hormigas, indispensables para un film de vanguardia que con Luís Buñuel realizamos estos días en París [...].
En París no consiguieron dar con las hormigas para el rodaje, y Buñuel pidió a Dalí que se las mandase desde Cadaqués. Finalmente, los insectos llegaron a la capital francesa desde la sierra de Guadarrama.
Otra de las películas, en este caso un cortometraje, en las que aparece la hormiga es Destino, coproducida por Walt Disney y Salvador Dalí en 1946. Aunque la duración del original no superaba los dos minutos, los herederos de Disney, partiendo de los diseños realizados por este y por el pintor ampurdanés, compusieron un breve film en el que las hormigas también tienen su lugar, recuperando el imaginario ya conocido de Un Chien andalou pero transformándose fluidamente en ciclistas.
Dando un salto en el tiempo llegamos al óleo Autorretrato blando con beicon a la plancha,[ii] de 1941. En esta obra, Dalí quiere hacernos descubrir que el alma del artista carece de interés; solo es relevante lo exterior: su piel blanda y comestible. Las hormigas aparecen sobre su rostro, que, tal como indica el título, también debe ser comido. En una entrevista realizada el mismo año por Alfred Frankenstein,[iii] Dalí afirma:
[...] Autorretrato blando con bacon asado representa mi cabeza sin un cráneo que la sostenga. [...] El bacon asado pone énfasis en el carácter consumible de la carne, que las hormigas están devorando [...].
Y, mucho más adelante, en 1959, declara: «[...] he llegado a la certeza de que la hormiga es un ser superior.
Para conocer bien una cosa, es menester comérsela, y estas hormigas se comen el tiempo [...]».[i]
A lo largo de su carrera, Dalí reitera en varias ocasiones el horror que le producen las hormigas, y que constituye uno de los motores creativos importantes de su obra.
Su incorporación al grupo surrealista, en 1929, le sirvió para desarrollar plenamente su creatividad y plasmar sus miedos y deseos -en definitiva, su propia humanidad- en su creación artística, generando piezas que, ya sea en forma de pinturas, escritos o producciones cinematográficas, consiguen cautivar día tras día al espectador.
Cada obra permite realizar una lectura más atenta y entender la libertad desde la que Dalí concibe a la hormiga. Se trata de observar la obra, analizarla y pensarla, pero desde la perspectiva libre y espectacular daliniana; libre como las hormigas que buscan su camino.
Fiona Mata
Cuca R. Costa
Centro de Estudios Dalinianos
Fundació Gala-Salvador Dalí
i Las obras de Dalí mencionadas en esta publicación se acompañan del respectivo número del catálogo razonado de Salvador Dalí, consultable en /cataleg_raonat/. El juego lúgubre, 1929, colección privada, n.º cat. 232; Las acomodaciones de los deseos, 1929, The Metropolitan Museum of Art, Nueva York, n.º cat. 239; El gran masturbador, 1929, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, n.º cat. 235; Gala, 1931, Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, n.º cat. 278; La persistencia de la memoria, 1931, The Museum of Modern Art, Nueva York, n.º cat. 265; Composición surrealista con figuras invisibles, 1936, Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, n.º cat. 420.
ii Dalí, Salvador. La vida secreta de Salvador Dalí. En: Obra completa, vol. I, Textos autobiográficos. Destino, Fundació Gala-Salvador Dalí, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Barcelona, Figueres, Madrid, 2003, p. 263
iii Buñuel, Luis. Mi último suspiro. Plaza & Janés, Esplugues de Llobregat, 1985, p. 102-103.
iv Dalí, Salvador. «Documental-París-1929», La Publicitat, 07/05/1929, Barcelona.
v Autorretrato blando con beicon a la plancha, 1941, Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, n.º cat. 505.
vi Frankenstein, Alfred. «Una visita a las galerías de arte. El artista Dalí posa para un retrato», San Francisco Chronicle, 24/08/1941, San Francisco, CA. En: Obra completa, vol. VII, Entrevistas. Destino, Fundació Gala-Salvador Dalí, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Barcelona, Figueres, Madrid, 2006, p. 75.
vii Dalí, Salvador; Menéndez-Chacón, Manuel. «Dalí, ese desconocido vecino de Portlligat», Blanco y Negro, 22/08/1959, Madrid. En: Obra completa, vol. VII, Entrevistas, Destino, Fundació Gala-Salvador Dalí, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Barcelona, Figueres, Madrid, 2006, p. 740.