Montse Aguer
Directora del Centro de Estudios Dalinianos. Fundación Gala-Salvador Dalí.
Dalí i els seus tallers, 2013
Salvador Dalí, admirador y conocedor de los maestros clásicos y de la tradición pictórica, autor del tratado 50 secretos mágicos para pintar, concede gran importancia al espacio de creación e imaginación que es el taller del artista. El taller es a un tiempo un espacio sagrado, que acaba impregnado de la presencia del artista e incluso deviene autorretrato, -un autorretrato en el cual el propio creador puede estar presente o no-, y un microcosmos íntimo y personal, testimonio del momento creativo. Por tanto, el taller contribuye a darnos información sobre la persona, sobre el proceso de trabajo. Es asimismo una cámara de la imaginación, un lugar de reflexión y análisis, donde el proceso de crear va estrechamente enlazado a los de pensar, investigar, analizar, leer o mirar. El taller, lugar emblemático más allá de la pura realización práctica o técnica de las obras, representa también una muestra de la dialéctica, siempre presente en Salvador Dalí, entre lo privado y lo público, entre lo que se oculta y lo que se muestra, entre el pintor artesano, sabio y el personaje estrafalario que quiere provocar y llamar la atención.
Las fotografías que presentamos en este volumen dedicado a los diferentes talleres de Dalí nos permiten sumergirnos en el trabajo del artista, y algunas de ellas contribuyen a fijar en nuestro imaginario la figura del pintor Dalí, del propio artista como una creación. Nosotros, como espectadores, nos sumergimos en el trabajo de campo del artista y podemos penetrar en su ámbito más íntimo o más social. Las imágenes, como pura tautología, nos hablan del mundo del arte desde el mundo del arte. Recordamos, en este sentido, la aparición de las Meninas en el taller de Velázquez en el conocido óleo del maestro barroco. El artista se muestra rodeado de sus utensilios, sus modelos, sus pensamientos más profundos. Y vemos cómo, en algunas de estas fotografías, la imagen del pintor Dalí se apodera del personaje Salvador Dalí, imagen mediática que le ayuda a triunfar mundialmente, y cómo el taller se transforma en escenario.
La vida itinerante de Dalí comporta talleres diferentes. Asociamos a Dalí con Figueres, Cadaqués y Portlligat. De inmediato nos vienen a la mente París y Nueva York, si bien en este libro referenciamos asimismo otras geografías que forman parte de este conjunto de talleres de Dalí que no solemos tener tan presentes. En París, hablamos de los diferentes apartamentos que tuvo, pero tampoco podemos olvidar el hotel Le Meurice, en el que se alojaba y que se convirtió tanto en lugar de creación como de vida social y pública, un lugar, a la vez, de introversión y extraversión. También mencionamos su estancia en La Pausa, casa de Coco Chanel, en Roquebrune, Cap Martin, un espacio de transición antes de su larga permanencia en los Estados Unidos. En Nueva York, ocupa un puesto principal el Hotel Saint Regis, pero tenemos que aludir también al pabellón Sueño de Venus, que crea en 1939 para la Feria Mundial de Nueva York, obra importante porque podemos considerarla precedente conceptual del Teatro-Museo Dalí; en Hampton Manor, Virginia, en casa de Caresse Crosby, donde escribe la autobiografía la Vida secreta de Salvador Dalí; en el Ziegfeld Theatre de Nueva York; en los Estudios Disney en Burbank; en el hotel Del Monte Lodge en Pebble Beach, Monterey, California -seguramente el menos conocido de los considerados talleres-; en el estudio del fotógrafo Philippe Halsman en Nueva York.
Además, debemos añadir a esta lista los talleres efímeros, donde puntualmente desarrolló alguna acción determinada que la documentación gráfica y escrita de la época ha contribuido a fijar: desde la cena surrealista que organiza en el Del Monte el año 1941 o la performance del 1948 en los jardines de Bomarzo, cerca de Roma, hasta sus performances en el Park Güell de Barcelona, de su admirado y reivindicado Gaudí, en los años 1956 y 1966, donde organiza, respectivamente, una performance pintando la silueta de la Sagrada Familia sobre una tela gigante, y donde, con la colaboración del Harkness Ballet, realiza una pintura en las paredes interiores de una gran cúpula de plástico transparente, o hasta el happening de Granollers en 1974, que pasa a formar parte de su film Impresiones de la Alta Mongolia.
A continuación vamos a circunscribirnos a los talleres más inmediatos, más próximos, más significativos, talleres que situamos en el llamado triángulo daliniano: Figueres, Cadaqués y Portlligat, y Púbol. El primer taller se halla en Figueres, su ciudad natal, en el terrado de su casa, en una de las habitaciones destinadas a lavadero, concretamente en la pila, que hace las veces de soporte de papeles y telas, y donde a menudo el incipiente artista se sienta con los pies dentro del agua para mitigar los calores del verano. Es el primer lugar en donde tiene conciencia de disponer de un espacio para pintar. Cerca de Figueres, hay una finca de la familia Pichot, el Molí de la Torre, en donde, bajo las indicaciones del pintor Ramon Pichot, practica numerosas sesiones de pintura mientras contempla las puestas de sol.
Cadaqués aparece como su segunda geografía, el lugar en donde halla el equilibrio y la inspiración para sus obras. Tiene un taller tanto en casa de su padre, el notario Dalí, como en un pequeño estudio alquilado que anteriormente fue taller de Ramon Pichot, de quien todavía mantiene su atmósfera sensible.
La aparición de Gala en el año 1929 comporta el traslado a Portlligat, su única residencia estable y el taller por antonomasia, que conforman tanto las diferentes habitaciones que, con el paso del tiempo, destina a taller, como el exterior, centro también de creaciones, sobre todo happenings y performances, de las cuales sienta precedente. El de Portlligat es un sitio austero, rodeado del mar y la naturaleza, orientado al norte para tener la mejor luz, tal como indicaba Leonardo da Vinci. Aquí sigue una rutina de trabajo, con horarios estrictos, como, por otra parte, también seguirá en sus estancias en hoteles, que combina con una vida social activa, en la que el Dalí público se hace mucho más evidente, e incluso con demasiada frecuencia provoca la desaparición del Dalí creador, trabajador infatigable, obsesivo, minucioso.
En Portlligat, su microcosmos, donde trabaja hasta que se acaba la luz del día, Dalí consigue que toda la casa y las vivencias del entorno giren alrededor de la idea espiritual y práctica del taller. Es interesante tener en cuenta que en Portlligat, Cadaqués y el Cabo de Creus es, además, donde encuentra su paisaje, tanto real como mental e imaginado, que traslada a la tela o al papel. Un paisaje que le rodea y que ve a través de la ventana del estudio, que pasa a ser marco visual para algunas obras creadas en este espacio. Un entorno de naturaleza que busca también en sus permanencias fuera, como por ejemplo en Del Monte Lodge, Monterey. Tal como lo escribe el artista: «...la magia de la pintura es una magia esencialmente "natural" y que del mismo modo tus mejores colores son aquellos que están formados por tierras naturales y no por mezclas químicas artificiales, así en las cosas que más habitualmente rodean tu cotidiana vida mediterránea será en las que hallarás los secretos de las virtudes milagrosas de tus sustancias auxiliares»[1]. Le agradaba a Dalí la extraña conexión del arte o de la expresión artística con la realidad que le rodea, y ponía el ejemplo del pintor expresionista abstracto americano de origen holandés Willem De Kooning, quien, para plasmar sus personajes, pura expresión, necesita la presencia de la modelo desnuda en su taller.
Otro de los espacios testimonio de la actividad creativa de Dalí es la Casa-Museo Castillo Gala Dalí de Púbol. Éste es el lugar en donde Gala pasa algunas temporadas a partir de 1969, cuando Dalí la obsequia con esta propiedad y donde Dalí, después de la muerte de Gala en 1982, se instala de manera permanente. A partir de este momento el taller de Dalí, muy distinto del de Portlligat, se reduce a un espacio situado al fondo de la sala del comedor, junto a una ventana con postigo. Aquí es donde pinta su última obra, el óleo Sin título. Cola de golondrina y violonchelo, 1983, dedicada al matemático René Thom.
En el conjunto de estos espacios de creación no podemos dejar de mencionar el Teatro-Museo Dalí de Figueres, donde trabaja regularmente desde el comienzo de la década de los años setenta hasta su muerte, en 1989, para convertir el antiguo teatro municipal en museo. Podemos considerarlo como una obra total, una plasmación de su universo real e imaginado y el lugar donde quiere consumar su círculo creativo, al dar categoría de taller a uno de los espacios que se pueden visitar, adyacente a la Sala Palacio del Viento, donde expone desde un caballete que había pertenecido al pintor Meissonier hasta dos retratos de Gala, modelo, musa inspiradora.
Es a través de todos estos talleres, ya sean estables o efímeros, como podemos establecer un recorrido a un tiempo vital y artístico de Salvador Dalí. Las imágenes -algunas, obras de arte en sí mismas, otras, de un gran valor documental- y los escritos que les acompañan -redactados por las diversas personas que integran el Centro de Estudios Dalinianos de la Fundació Gala-Salvador Dalí- nos ayudan a entender mejor la complejidad del artista, de su construcción, y del proceso creativo, a la vez enigmático y científico, que puede resultar tan destacado como la obra final, cargada siempre de sentidos ocultos y dispuestos siempre a nuevas interpretaciones, en las que el espectador se hace partícipe de la representación.
Montse Aguer Teixidor
Directora del Centro de Estudios Dalinianos
Fundació Gala-Salvador Dalí
*Las fotografías publicadas en este volumen pertenecen en su mayor parte a los fondos del Centro de Estudios Dalinianos: éste es el motivo de haber podido dar una información extensa de los talleres de los que hay imagen. Debemos destacar, además, que tenemos conocimiento de la existencia de otros espacios, como son el piso de Josep Soler i Grau en la calle de la Muralla de Figueres, en donde Dalí se reúne con un grupo de amigos que colaboran en la revista humorística El Sanyó Pancraci, y cuyas paredes decora con frescos; la finca de la familia Pichot, El Molí de la Torre, situada cerca de Figueres, o el estudio del artista y fotógrafo Carles Fontserè en Nueva York.
[1] Salvador Dalí, 50 secretos mágicos para pintar. En Obra completa, vol. V, Ensayos 2, Destino, Fundació Gala-Salvador Dalí, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Barcelona, Figueres, Madrid, 2005 p. 257.