- Dalí y la tradición: la importancia de los viajes a Italia
- Dalí, artista renacentista
- Dalí-Rafael, una prolongada ensoñación
Lucia Moni – Centro de Estudios Dalinianos, Fundació Gala-Salvador Dalí
Dalí y la tradición: la importancia de los viajes a Italia
“Empezad por dibujar y pintar al modo de los antiguos maestros, después podréis hacerlo según vuestro criterio -siempre se os respetará."[1]
En noviembre de 1925 Salvador Dalí presenta su primera exposición en las Galeries Dalmau de Barcelona. El artista decide cerrar el catálogo con una cita de Élie Faure: "Un gran pintor solo tiene derecho a retomar la tradición cuando ha pasado por la revolución, que es la búsqueda de su propia realidad"[2] .Sin duda, las palabras del historiador del arte y ensayista francés resuenan en Dalí. El joven pintor, con poco más de veinte años, busca su propio lenguaje moviéndose entre los estilos más diversos (impresionismo, cubismo, puntillismo, novecentismo, fauvismo, pintura metafísica italiana), siendo consciente de que su arte tendrá que vivir una revolución para llegar a establecer un diálogo directo con la tradición.
En este momento temprano de su desarrollo personal y artístico, Dalí está atento a todo lo que sucede a su alrededor y a las influencias que recibe, siempre con una mirada puesta en el pasado. Su interés por la tradición es evidente incluso en su aspecto físico. Esto se percibe ya en los años veinte, cuando Dalí empieza a pintar sus primeros autorretratos. En Autorretrato con cuello rafaelesco[3] c. 1921 [fig. 1] el artista se retrata en primer plano, con el pelo largo y patillas. Las palabras de Dalí a propósito de su aspecto en aquel periodo denotan la admiración por Rafael y los pintores renacentistas: "Había dejado crecer mi cabello y lo llevaba largo como el de una niña y, mirándome al espejo, adoptaba con frecuencia la postura y el melancólico aspecto de Rafael, a quien habría querido parecerme lo más posible. Aguardaba también con impaciencia que creciera el vello en mi rostro, para poder afeitarme y llevar largas patillas. Deseaba darme lo antes posible un «aspecto insólito», componer una obra maestra con mi cabeza [...].[4]
Dalí es consciente muy pronto de su potencial y tiene muy claras sus metas. Está ansioso por concluir sus estudios en Figueres y trasladarse a Madrid para inscribirse en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1920, con sólo dieciséis años, escribe en su diario acerca del camino que tiene que recorrer para llegar a ser artista tras su paso por la Academia: "Después ganaré la pensión para ir cuatro años a Roma; y al volver de Roma seré un genio, y el mundo me admirará. Quizá seré despreciado e incomprendido, pero seré un genio, un gran genio, porque estoy seguro de ello."[5] .Como se ve, para convertirse en un genio, Dalí considera un requisito indispensable permanecer un tiempo en Italia, y así lo hará algunos años después.
Durante la década de los treinta, cuando Dalí es ya un artista reconocido entre las filas del grupo surrealista, siente un renovado interés por el clasicismo y se aviva en él su deseo de visitar Italia. El artista quiere seguir los pasos de su maestro de dibujo en Figueres, el profesor Juan Núñez, que había ganado un premio en grabado para estudiar en la Academia Española de Roma. Desea realizar aquel viaje que en el siglo xviii todos los intelectuales y artistas tenían que emprender como parte de su formación para educar el gusto. En este sentido, el papel de Gala parece ser fundamental y así lo recoge Dalí en su autobiografía, Vida secreta de Salvador Dalí: "Gala empezaba a despertar mi interés en un viaje a Italia. La arquitectura del Renacimiento, Palladio y Bramante, me impresionaba cada vez más, como la asombrosa y perfecta realización del espíritu humano en el reino de la estética, y empezaba a sentir el deseo de ir a ver y tocar esos fenómenos únicos, esos productos de materializada inteligencia, que eran concretos, mensurables y supremamente no necesarios. [...] De día en día Gala reavivaba mi fe en mí mismo."[6] Y como escribe unas páginas antes: "Mi gloria surrealista no valía nada. Debía incorporar al surrealismo en la tradición. Mi imaginación debía volver a ser clásica. Tenía ante mí una obra por cumplir, para la cual no bastaría el resto de mi vida. Gala me hizo creer en esta misión. En lugar de estancarme en el anecdótico espejismo de mi éxito, tenía que empezar a luchar por una cosa que era «importante». Esta cosa importante había de hacer «clásica» la experiencia de mi vida, dotarla de una forma, una cosmogonía, una síntesis, una arquitectura de eternidad."[7]
En octubre de 1935, Dalí realiza por fin su primer viaje a Italia con Gala y Edward James, mecenas, artista y poeta británico. Parten desde Barcelona con destino a Ravello, cerca de Amalfi, donde Edward James había alquilado una casa conocida como Villa Cimbrone. Dalí, entusiasta, explica esta experiencia a su amigo, el poeta, periodista y ensayista catalán, J. V. Foix. En la correspondencia cuenta su periplo por Italia en coche, medio de transporte que les permite descubrir cosas insospechadas y todos los "rincones surrealistas" y desconocidos por los turistas[8]. [fig 2]
Desde entonces, Dalí y su esposa no dejarán de regresar a Italia. En los años sucesivos viajarán a Florencia, Lucca, Roma, Sicilia, Vicenza y Venecia.
Dalí, artista renacentista
En agosto de 1940 Dalí y Gala llegan a Estados Unidos, donde permanecerán ocho años consecutivos sin regresar a Europa. En esta primera etapa, se instalan en casa de Caresse Crosby[9], en Hampton Manor (Virginia), donde Dalí realiza varias obras que expone en abril de 1941 en la Julien Levy Gallery de Nueva York. En el texto contenido en el catálogo de la muestra, titulado El último escándalo de Salvador Dalí, el artista hace una declaración de intenciones y desvela hacia dónde se orienta su destino: "¡LLEGAR A SER CLÁSICO! [...] «O ahora o nunca»"[10]
Pocos años después, acerca de su producción artística, tan prolífica desde su llegada a Estados Unidos, el creador declara: "América tan solo ha desarrollado, hasta el punto del paroxismo, uno de los «secretos» más característicos y casi monstruosos de mi personalidad: mi capacidad de trabajo."[11] A esta cualidad se suma, además, la conversión de Dalí en artista total, que es completa en este momento. Estamos ante un creador que no quiere limitarse a un único medio de expresión, el de la pintura, exactamente como los artistas renacentistas. Su actividad se diversifica: Dalí es pintor, ilustrador, escritor, escenógrafo, guionista, creador de joyas... Y, en todo lo que hace, nunca deja de ser Dalí.
Dalí deviene un personaje que adora mostrarse en público y ser el centro de atención. Ama estar rodeado de personalidades y tener una vida social muy activa, pero no olvidemos que hay otro Dalí, cuya aspiración es llegar a ser como los artistas renacentistas que tanto admira. El pintor es consciente de la importancia de un trabajo continuo, metódico, solitario: "Yo no me acuesto hasta muy tarde. No me tomo demasiado en serio al artista que continuamente dice que tiene que sentirse «inspirado». Es preciso trabajar, trabajar y trabajar. Los pintores del Renacimiento trabajaban muchísimo. Solo puedo trabajar cuando mi vida es metódica. La máxima inspiración es el máximo método."[12] En este sentido, se debe tener en cuenta que para Dalí el Renacimiento es "aquel momento en que se alcanzó el apogeo de los medios de expresión"[13], y esta idea se refleja también en la voluntad del artista de recuperar aquella tradición renacentista de escribir tratados técnicos sobre pintura.
Para la realización de su libro 50 secretos mágicos para pintar[14] (1948) [fig. 3], Dalí se inspira, entre otros, en Il libro dell'arte de Cennino Cennini, uno de los más importantes tratados de pintura del arte italiano. Este contiene informaciones sobre los pigmentos, los pinceles, las técnicas de pintura y del fresco, dando consejos y sugiriendo trucos del oficio. Dalí aplica el mismo planteamiento a su manual: "Es un libro técnico y a la vez filosófico. En él analizo y resumo todas mis ideas, teorías, principios y comentarios sobre el arte pictórico."[15] Es un tratado de pintura "para los profesionales, puramente pedagógico."[16]
En este tratado Dalí introduce una tabla comparativa en que puntúa pintores modernos y del pasado en base a diferentes aspectos como la técnica, la inspiración, el color, el tema, el genio, la composición, la originalidad, el misterio y la autenticidad. Como no podía ser de otro modo, Rafael recibe una de las puntuaciones más altas. [fig. 4]
Dalí-Rafael, una prolongada ensoñación
"Si vuelvo la vista al pasado, seres como Rafael me parecen verdaderos dioses."[17]
La pasión por Rafael nace muy temprano en el joven Dalí. Su hermana Anna Maria cuenta que "quedaba literalmente extasiado"[18] ante las obras del artista renacentista. Sus amplios conocimientos sobre el pintor italiano y su actitud irreverente durante un examen de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid son motivo, según Dalí, de su expulsión definitiva de la escuela en 1926. El joven Dalí se atreve a declarar al tribunal que no puede ser examinado porque él sabe mucho más sobre Rafael que los tres profesores juntos[19].
Si para Dalí la técnica alcanza su máximo nivel de experiencia y perfección en el Renacimiento[20], entonces es evidente que él debe dirigir su mirada hacia Rafael, a quien atribuye cualidades divinas. Dalí siente la necesidad de interrogar a Rafael y volver "fervorosamente la vista hacia el Olimpo."[21] Ya en 1941, en el catálogo de la exposición de la Julien Levy Gallery, el artista declara que sus últimos cuadros "parecen pintados bajo la mirada complaciente de Rafael"[22], algunos años más tarde Dalí afirmará que su deseo es recrear a Rafael "porque la belleza es una e indivisible."[23]
Son numerosas las pinturas de Dalí que se inspiran en la obra del pintor renacentista[24]. Le interesa la temática de las piezas pero, por encima de todo, la técnica del dibujo, que quiere perfeccionar redescubriendo la tradición de los antiguos maestros: "aquella técnica, tan completa, que les permitía usar, en espacios ultralimitados y contiguos, la coexistencia de variedades descriptivas tan complejas [...]."[25]
La fascinación de Dalí por Rafael era compartida también por Gala. De hecho, ya en los años 30, es ella quién lo orienta hacia el clasicismo e Italia: "Nos consumíamos de admiración ante reproducciones de Rafael. Allí podía encontrarse todo: todo lo que nosotros, los surrealistas, hemos inventado constituía en Rafael sólo un diminuto fragmento de su latente, pero consciente, contenido de cosas inesperadas, ocultas y manifiestas."[26]
Dalí accede a las reproducciones de obras de Rafael a través de los numerosos libros que tiene en su biblioteca y también a través de láminas sueltas[27]. En las fotografías que documentan diferentes espacios de trabajo, vemos láminas pegadas en el caballete o directamente colocadas sobre la tela de las obras que pinta; también las encontramos enmarcadas, colgando de las paredes de su biblioteca y de sus estudios.
La Virgen del jilguero, la Madonna Sixtina o el Traslado de Cristo son las obras principales de Rafael que acompañan al artista a lo largo de su vida y en diferentes contextos como el estudio de Monterrey (California) o el taller de Portlligat. [Fig. 5-6-7-8-9-10]
Acerca de las monografías de Rafael que formaban parte de la biblioteca de Dalí, ahora conservada en el Centro de Estudios Dalinianos, es muy interesante ver como el artista interactuaba con ellas. Es como si Dalí quisiera establecer una relación directa con las obras del maestro italiano. Muchas veces se aprecia la ausencia de algunas páginas que, probablemente, han sido arrancadas por el artista. En otras ocasiones, el pintor realiza esbozos y dibujos directamente sobre las páginas del libro [fig. 11-12], llegando a realizar cuadrículas sobre los detalles que más le interesan y que quiere reproducir a mayor escala en sus pinturas. Uno de los ejemplos más interesantes para comprender el proceso de trabajo del artista es la pintura La ascensión de santa Cecilia[28], que se inspira en la Santa Catalina de Alejandría[29] de Rafael. El artista coloca la lámina de la obra de Rafael cerca de la suya y, a su vez, realiza también cuadrículas directamente en la obra de Rafael reproducida en un libro que recoge las obras del pintor italiano.
Otras pinturas de Dalí toman como referencia obras de Rafael. En su Galarina[30](1945), inspirada en el Ritratto di giovane donna (La Fornarina), Dalí sustituye la modelo de Rafael por Gala, "porqué Gala es para mí lo que la Fornarina era para Rafael."[31] Asimismo, la Virgen del jilguero de Rafael es la base de obras como Máxima velocidad de la Madona de Rafael (c. 1954) y Madona microfísica (c. 1954)[32], mientras que la Madonna Sixtina es el referente de Dalí en diferentes obras como La oreja antimateria, Madona cósmica y La Virgen de Guadalupe, todas de 1958.[33]
Rafael es un referente para Dalí también en los años posteriores. En la pintura A la búsqueda de la cuarta dimensión[34], de 1979, aparecen detalles de obras del artista renacentista, como las figuras de La escuela de Atenas y dibujos de Rafael que Dalí toma de sus libros[35].
Dalí se propone, como su nombre indica, "nada menos que salvar la pintura del vacío del arte moderno"[36], y lo hace volviendo la vista hacia creadores clásicos como Rafael. Según Dalí, "a los artistas modernos les causa horror la perfección deslumbradora de los maestros del Renacimiento"[37]; él, en cambio, se dispone a ir contracorriente y establece un diálogo directo con la tradición y la pintura de Rafael, siempre con una absoluta libertad creativa. Dalí quiere ser clásico y sirviéndose de la ironía y la provocación que lo caracterizan, afirma: "y ¿quién sabe si algún día no seré considerado, sin proponérmelo, como el Rafael de mi época?"[38]
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Salvador Dalí, Diario de un genio (1964), en Obra completa, vol. I, Textos autobiográficos 1, Destino, Fundació Gala-Salvador Dalí, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Barcelona, Figueres, Madrid, 2003, p. 1024.
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Exposició S. Dalí, catálogo de la exposición, Galeries Dalmau, Barcelona, 1925. (Traducción nuestra.)
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. 103.
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Salvador Dalí, La vida secreta de Salvador Dalí (1942), en Obra completa, vol. I, op. cit., p. 447.
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Salvador Dalí, Un diario: 1919-1920, en Obra completa, vol. I, op. cit., p. 118.
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Salvador Dalí, La vida secreta de Salvador Dalí (1942), en Obra completa, vol. I, op. cit., p. 840-841.
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Ibídem, p. 837.
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Cartas de Salvador Dalí a J. V. Foix, Módena, 4 de octubre de 1935 y Roma, 7 de octubre de 1935 en S. Dalí, R. Santos Torroella, Salvador Dalí corresponsal de J. V. Foix, 1932-1936, Mediterrània, Barcelona, 1986, p. 148-151.
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Caresse Crosby, esposa del poeta y editor Harry Crosby, había fundado con él la prestigiosa editorial Black Sun Press. Formó parte del grupo del Zodiaco, cuyos miembros compraron regularmente obras de Dalí a partir de 1932. Es ella quien acompaña a Gala y Dalí durante su primer viaje a Estados Unidos en 1934.
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Salvador Dalí, The Last Scandal of Salvador Dali, catálogo de la exposición, Julien Levy Gallery, Nueva York, 1941, traducido en Obra completa, vol. IV, Ensayos 1, Destino, Fundació Gala-Salvador Dalí, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Barcelona, Figueres, Madrid, 2005, p. 492.
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Salvador Dalí, Dali to the reader, Galleries of M. Knoedler, Nueva York, 1943, traducido en Obra completa, vol. IV, op. cit., p. 510.
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«Dalí, Himself, Is Mystified By His Art (?)», The Virginian-Pilot, Norfolk (Virginia), 14/3/1941. (Traducción nuestra.)
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Mostra di quadri disegni ed oreficerie di Salvador Dalí, catálogo de la exposición, Sale dell'Aurora Pallavicini, Roma, 1954. (Traducción nuestra.)
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Salvador Dalí, 50 Secrets of Magic Craftsmanship, Dial Press, Nueva York, 1948.
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Armando Rivera, «Hablando con Salvador Dali», Ecos, Nueva York, 28/12/1947.
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«Dalí visita el museo del Prado», La Tarde, Madrid, 14/12/1948.
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Salvador Dalí, La vida secreta de Salvador Dalí (1942), en Obra completa, vol. I, op. cit., p. 246.
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Ana María Dalí, Salvador Dalí visto por su hermana, Juventud, Barcelona, 1949, p. 118.
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Joaquín Soler Serrano, entrevista televisada a Salvador Dalí, A Fondo, RTVE, 1977.
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Salvador Dalí, Dalí al lector (1943), en Obra completa, vol. IV, op. cit., p. 512.
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Salvador Dalí, What I mean [1945], en Obra completa, vol. IV, op. cit., p. 525.
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Salvador Dalí, The Last Scandal of Salvador Dali, catálogo de la exposición, Julien Levy Gallery, Nueva York, 1941, traducido en Obra completa, vol. IV, op. cit., p. 492.
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Salvador Dalí, «Appendix. History of Art, Short but Clear», en New Paintings by Salvador Dali, catálogo de la exposición, Bignou Gallery, Nueva York, 1947-1948. (Traducción nuestra.)
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Salvador Dalí, Dalí al lector (1943), en Obra completa, vol. IV, op. cit., p. 512.
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Salvador Dalí, La vida secreta de Salvador Dalí (1942), en Obra completa, vol. I, op. cit., p. 842.
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Véase texto "En el taller de Dalí. Sobre el método de trabajo en La ascensión de santa Cecilia" de Irene Civil.
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Véase texto "Obra destacada: La ascensión de santa Cecilia" de Montse Aguer. Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. 706.
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. 597.
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Recent paintings by Salvador Dali, Bignou Gallery, Nueva York, 1945. (Traducción nuestra.)
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. 908.
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En el caso de la pintura A la búsqueda de la cuarta dimensión sabemos con certeza que se trata del dibujo A battle of nude warriors with captives (Oxford, The Ashmolean Museum, Western Art Drawings Collection, WA1846.179) contenido en el libro U. Middeldorf, Raphael's Drawings, H. Bitter, Nueva York, 1945
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Salvador Dalí, La vida secreta de Salvador Dalí (1942), en Obra completa, vol. I, op. cit., p. 246
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Salvador Dalí, «The Decadence of Modern Art», Herald American, Syracuse, Nueva York, 20/08/1950, traducido en Obra completa, vol. IV, op. cit., p. 623.
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Salvador Dalí, 50 secretos mágicos para pintar, en Obra completa, vol. V, Ensayos 2, Destino, Fundació Gala-Salvador Dalí, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Barcelona, Figueres, Madrid, 2005, p. 52.