Paisaje
La bahía de Portlligat
“La primera vez que vi el dibujo [una obra de Juan de la Cruz] me impresionó tanto que, más tarde, en California, vi en sueños al Cristo en la misma posición pero en el paisaje de Portlligat”[1].
Portlligat y, por extensión, el cabo de Creus son espacios que el artista conoce bien desde su juventud. No en vano Portlligat es el lugar que él y Gala eligen para fijar su única residencia estable, en la que el pintor tiene su taller. Portlligat y sus alrededores son el paraje por el que transita el imaginario de Dalí, el que encontramos representado en la mayoría de sus obras de todas las épocas.
Aún hoy el paisaje de Portlligat, desnudo, nos transmite cierta poesía, cierta melancolía. Es un espacio donde se respira paz, pero a la vez desprende inquietud. Son sensaciones que experimentamos con la contemplación de El Cristo gracias a la postura del hijo de Dios en contraposición al paisaje que lo acompaña. Como si el Cristo, en la tristeza de su sacrificio, necesitara el silencio, la soledad y el recogimiento de este puerto cerrado.
Para Dalí, Portlligat, su paisaje, es lo que configura su mundo. Un mundo que, durante los años de exilio en Estados Unidos, pinta de memoria, y que, tras ocho años de ausencia, necesita reencontrar. Se trata de una necesidad física, orgánica, que va más allá del goce estético. Portlligat y el paisaje que lo rodea forman parte de su persona, y aún podríamos decir más, son uno de los elementos que han forjado la personalidad y las emociones del artista. Portlligat es el paisaje afectivo de Dalí, que lo pinta una y otra vez. Es una de las constantes en su obra, uno de los elementos que le permiten llegar a ser universal: “Necesito el localismo de Portlligat como Rafael necesitaba el de Urbino para llegar a lo universal por el camino de lo particular”[2]. Como demuestran las numerosas obras en las que Portlligat es el escenario que todos reconocemos, del mismo modo que el paisaje real del cabo de Creus nos remite a las obras del artista.
De entre las obras en las que se identifica claramente la bahía de Portlligat, destacamos las que corresponden a la misma etapa de creación de El Cristo.
Los pescadores
Dalí suele utilizar como modelos objetos y personas muy próximos, en el sentido más amplio del término, física y afectivamente. Así, en algunas de sus obras reconocemos como modelos a personajes de Cadaqués, a menudo pescadores. En el caso de El Cristo, el paisaje se completa con una escena habitual en la bahía: unos pescadores trabajando en la orilla. Ahora bien, para este lienzo, Dalí imagina unas figuras de ascendencia muy concreta: “También había tenido de entrada la tentación de tomar como modelo, para el fondo, los pescadores de Portlligat, pero en este sueño, en el lugar de los pescadores de Portlligat, aparecía, en un barco, un personaje de campesino francés pintado por Le Nain, del que solo el rostro había cambiado para asemejarse a un pescador de Portlligat. Aunque el pescador, visto de espaldas, tenía una silueta al estilo de Velázquez”[3].
Carme Ruiz
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Salvador Dalí, “One of my first objections...” (1952). En Obra completa, vol. IV, Ensayos 1, Destino, Fundació Gala-Salvador Dalí, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Barcelona, Figueres, Madrid, 2005, p. 655.
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José María Massip, “Dalí hoy”, Destino, 01/04/1950, Barcelona.
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Salvador Dalí, “One of my first objections...” (1952). En Obra completa, vol. IV, op. cit.