La iconografía de El Cristo
En 1945 Dalí sorprende al público y la crítica con su exposición en la galería Bignou de Nueva York, Recent Paintings of Salvador Dalí, cuando, al exponer sus últimas pinturas, muestra dos líneas de trabajo muy distintas: la plasmación gráfica de sus intereses en física nuclear, por un lado, y, por otro, la tesis anunciada en 1941, su deseo de llegar a ser un clásico. Es el mismo año en que pinta La cesta de pan [1], una de las obras más representativas de este período. Por la técnica y la textura, nos remite, además de a El Cristo, a San Jorge, el matador de dragones, 1947 [2], que, a pesar de su título, representa una espiga de trigo.
El trigo, el pan y el Cristo simbolizan el tránsito vital del hijo de Dios, la pasión y la futura resurrección que la liturgia católica celebra con la comunión. En palabras del pintor: “Para el Cristo de San Juan de la Cruz, he utilizado la misma técnica y la misma textura artística que para La cesta de pan, la cual, incluso en su época, representaba para mí la eucaristía de manera más o menos inconsciente”[3].
Tras haber pintado la Virgen María en dos ocasiones [4][5], Dalí emprende la representación de Cristo coincidiendo con la publicación del Manifiesto místico, de 1951, punto de partida del marco conceptual en torno al que gira su pintura de ese momento, la mística nuclear. Esta figura se repite como mínimo en otras dos ocasiones. En Assumpta corpuscularia lapislazulina de 1952 [6], contemplamos al Cristo como guía de Gala-Madona en la ascensión de la Virgen. En la segunda forma parte de la iconografía que acompaña a Cristóbal Colón [7] en el descubrimiento de América, pintura de 1958.
Cuando Dalí explica la inusual posición de su Cristo, en una carta publicada en la revista Scottish Art Review, explica por qué, a diferencia de otras representaciones de la crucifixión, la suya será la representación de “la belleza metafísica del Cristo-Dios”[8]. Sin embargo, en un primer estadio, el pintor relata que tenía la intención de incorporar todos los atributos de la crucifixión y de transformar la sangre en claveles rojos y que, además, tres flores de jazmín brotarían de la herida de al lado. Como acabamos de explicar, no fue así, pero el artista no abandonó la idea, como demuestran estas tres pinturas realizadas entre 1950 y 1954[9][10][11].
Carme Ruiz
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. P607.
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. P639.
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Salvador Dalí, “One of my first objections...” (1952). En Obra completa, vol. IV, Ensayos 1, Destino, Fundació Gala-Salvador Dalí, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Barcelona, Figueres, Madrid, 2005, p. 656.
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. P643.
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. P660.
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. P670.
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. P743.
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Ibid.
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. P658.
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. P657.
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Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí, núm. P772.