La primera decisión que tomó la productora, para encarar el reto de filmar el Teatro-Museo Dalí, fue la de armar un equipo pequeño y ligero que permitiera una rápida movilidad con la máxima calidad de imagen. La luz en el Teatro-Museo cambia a lo largo del día de manera sustancial y aporta diferentes matices al conjunto, por tanto, era necesario adaptarse a estos cambios sin perder el estilo narrativo cinematográfico que el director, David Pujol, necesitaba para explicar las diferentes salas.
Se optó por utilizar cámaras DSLR Canon 5D MarK III y 6D y rodar a Full HD 1920x1080 a 25p. El equipo lo completaba un slider y una grúa que permitían en muy poco tiempo montar travellings y movimientos verticales. Para llegar a perspectivas nunca vistas o realizar movimientos de aproximación imposibles se optó por trabajar con un drone Phantom 2. Por su tamaño y manejabilidad dejaba rodar en los interiores del museo proporcionando encuadres inimaginables. Tuneando un Phantom 1 e invirtiendo el estabilizador, se pudieron realizar planos dirigidos hacia la cúpula que hasta el momento habían sido inconcebibles.
Avanzar con el drone de sala en sala, a través de los pasillos y las escaleras, no era posible por la geografía del lugar y el peligro que suponía para las obras. Por este motivo la productora se puso en contacto con uno de los mejores operadores de Steadicam del panorama nacional, Ramón Sánchez, quien durante tres jornadas agotadoras hizo "volar" la cámara por todo el recinto del Teatro-Museo.
La luz, los brillos, las sombras, las dobles imágenes son una constante en todos los rincones del Teatro-Museo, no se podían falsear iluminando los espacios, así que se prefirió usar la luz natural de cada lugar y enfatizar sutilmente algún punto con pequeños LEDS, cuando no había más remedio. Respetar la oscuridad y las sombras era primordial para el equipo.
En postproducción de color se igualó el chroma general del documental sin aplicar filtros para no distorsionar y respetar al máximo la realidad del Teatro-Museo.