Carme Ruiz Centro de Estudios Dalinianos. Fundación Gala-Salvador Dalí
El Punt, 2000
Con motivo de la reciente e interesantísima conferencia «El origen de la vida» pronunciada por el doctor Joan Oró en el Consell Comarcal de l'Alt Empordà, nos gustaría recordar, tal como hizo este eminente científico, la relación de Salvador Dalí con la ciencia.
En el curso de una charla con Philippe Bern y Daniel Abadie, a la pregunta «¿Los científicos con los que usted se encuentra le toman siempre por loco?», Salvador Dalí respondió: «Todos, por el contrario, me encuentran simpático y comentan de mis declaraciones: "Pues no dice tantas tonterías como parecía". Mi única ventaja es que no conozco nada de nada, así que puedo hacer funcionar mis caprichos más caprichosos y más irracionales basándome en mis pequeñas lecturas. Y como estoy dotado de cierta genialidad, de vez en cuando digo algo que no les parece tan improbable».
Salvador Dalí era un hombre de muchas inquietudes. Una de ellas era el mundo científico, tal como nos muestran tanto su obra como el legado de su vida. En su biblioteca encontramos un centenar de libros, con anotaciones y comentarios en los márgenes, sobre diferentes aspectos científicos: física, mecánica cuántica, origen de la vida, evolución, matemática... Sabemos que al final de sus días estaba muy interesado en la obra de Stephen Hawking La historia del tiempo, además de en la teoría de las catástrofes del matemático René Thom, con quien mantenía una gran amistad. Pero no sólo encontramos estos libros, sino muchas revistas científicas que le hacían estar continuamente al día y a las cuales estuvo suscrito hasta el momento de su muerte. De esta forma, a través de su obra podemos realizar un recorrido histórico por los acontecimientos científicos de este siglo, al menos por los que le impresionaron especialmente. Este escrito pretende ser una cronología de los temas científicos que interesaban a Salvador Dalí.
La década de los treinta está marcada por el interés por las dobles imágenes y las ilusiones ópticas, que no abandonarán a Dalí a lo largo de su obra. La primera doble imagen que pinta es El hombre invisible, de 1929. Otros ejemplos son: Durmiente, caballo, león invisibles, de 1930; Rostro paranoico, de 1935; España, de 1937, y El enigma sin fin, de 1938.
En 1940 comienza a interesarse por la teoría cuántica de Planck. En este año pinta la obra Mercado de esclavos con la aparición del rostro de Voltaire. En 1945, la explosión atómica de Hiroshima impresiona tanto a Salvador Dalí que comienza el período nuclear o atómico de su obra, con Idilio atómico y uránico melancólico, de 1945. Otras obras de esta época son: Equilibrio intraatómico de una pluma de cisne, de 1947; La desmaterialización de la nariz de Nerón, de 1947, y Las tres esfinges de Bikini, de 1947.
En 1949 estudia ávidamente el Tratado de la divina proporción de Luca Pacioli. Es el año en que pinta Leda atómica, obra que requirió un gran desarrollo matemático y a la que dedicó muchas horas de análisis y estudio.
En la década de los cincuenta, influido por las teorías atómicas, comienza la pintura corpuscular, que desemboca en la mística nuclear. Dalí explica sus elementos en una tournée por Estados Unidos. En 1954 pinta la obra Figura rinoceróntica del Ilisios de Fidias, donde ya se manifiesta su obsesión por el cuerno del rinoceronte, construido aquí según una espiral logarítmica perfecta. En 1958, en el catálogo de la exposición celebrada en la galería Carstairs de Nueva York, Salvador Dalí escribe el texto «Manifiesto antimateria», en el que declara: «Estoy estudiando; quiero encontrar la
manera de transportar mis obras a la antimateria. Se trata de la aplicación de una nueva ecuación formulada por el doctor Werner Heisenberg (...) Esta es la razón de que yo, que sólo admiraba a Dalí, comience a admirar a este Heisenberg que se parece a mí». Algunas obras de este período son: La Madona de Portlligat, de 1950; Assumpta corpuscularia lapislazulina, de 1952; Galatea de las esferas, de 1952; Corpus hipercubicus, de 1954; Retrato de Gala con síntomas rinocerónticos, de 1954; Santo rodeado de tres mesones pi, de 1956; Naturaleza muerta viva, de 1956, etc.
En el período comprendido entre 1962 y 1978 es cuando su obra se ve realmente influida por el impacto de la ciencia. La primera parte se centra sobre todo en la genética, concretamente en el ADN y su estructura. Como ejemplo, la obra Galacidalacidesoxyribonucleicacid, de 1963. En 1965 comienza a despertarse su interés por la holografía y también por el arte tridimensional. A lo largo de esta década continuará explorando este último campo y asimismo la obra de Gerard Dou, en cuyas telas descubre imágenes dobles, es decir, estereoscópicas. A partir de este momento (1970) empieza a trabajar con la lente de Fresnel para elaborar estas imágenes. En 1971, a raíz de la concesión del premio Nobel a Denis Gabor por sus trabajos sobre el láser, Salvador Dalí se interesa por la holografía, y en 1972 realiza su primera exposición de hologramas en la prestigiosa galería Knoedler de Nueva York, donde se presenta el que lleva por título ¡Holos! ¡Holos! ¡Velázquez! ¡Gabor! (este holograma también fue presentado en el Teatro-Museo).
De la década de los setenta podemos destacar las siguientes obras, todas ellas estereoscópicas: Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas por seis espejos verdaderos, de 1972-1973; Dalí levantando la piel del Mediterráneo para mostrar a Gala el nacimiento de Venus, de 1977; La mano de Dalí retirando un vellocino de oro en forma de nube para mostrar a Gala la aurora desnuda muy, muy lejos por detrás del sol, de 1977. También La armonía de las esferas, obra estereoscópica en un solo elemento, y En busca de la cuarta dimensión, de 1979.
En los años ochenta, y hasta el fin de sus días, todo lo que Salvador Dalí hace se centra en el fenómeno de las catástrofes del matemático René Thom. Muestra de ello son las obras de esta época: Tratado de escritura catastrofeiforme, de 1982 (29 páginas manuscritas), y El rapto topológico de Europa. Homenaje a René Thom, de 1983.
Para acabar, hay que citar el simposio que bajo el título «Cultura y ciencia: determinismo y libertad», y organizado por la Facultad de Física de la Universidad de Barcelona, se celebró en 1985 en el Teatro-Museo Dalí.. El simposio se centró en seis ponencias magistrales sobre el papel del azar en la ciencia pronunciadas por especialistas en los campos de la física, la matemática, la astrofísica y la química. Los coloquios, precedidos por las ponencias, estaban dirigidos por Jordi Wagensberg, director del Museo de la Ciencia de Barcelona. Dalí seguía con atención la jornada mediante un equipo de vídeo instalado en su habitación de la Torre Galatea. Según comentó entonces Lluís Racionero al diario Avui: «Dalí recomendó a Thom y a Prigogine que hicieran las paces, lo cual demuestra que siguió atentamente los debates...». En un momento en el que lo más importante en el mundo científico era la especialización, Dalí ya defendía una postura que hoy se ha convertido en un tema de debate muy importante: la unidad. Lo podemos comprobar en estas declaraciones con motivo del ingreso del pintor, en calidad de miembro asociado extranjero, en la Académie des Beaux-Arts del Instituto de Francia. Pronuncia el discurso titulado «Gala, Velázquez y el vellocino de oro», en el que habla del ADN, Heisenberg, Descartes y René Thom. A la pregunta de un periodista de Le Figaro, «¿Por qué tanto interés por la ciencia?», Dalí responde: «Porque los artistas casi no me interesan. Creo que los artistas deberían tener nociones científicas para caminar sobre otro terreno, que es el de la unidad».